EL MARATÓN GUADALUPE-REYES
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Piñatas mexicanas, fotografía cortesía de Piñatas Digitales
Luces de colores estallan en el cielo rasguñando con su brillo la noche, ánimos festivos colmando el fervor religioso, expresiones de júbilo colectivo porque hace 477 años la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego en el Cerro del Tepeyac.
El uso de juegos pirotécnicos y de todo tipo de cohetes está prohibido por ley en la Ciudad de México, pero ¿qué tanto es tantito? si peregrinamos de toda la República a cantarle serenata a la Emperatriz de América.
La penumbra es propicia para la celebración y el recuerdo, porque aquí todos somos Guadalupanos aunque no lo seamos, acá somos una piel y un cuerpo penitentes cumpliendo mandas por milagros concedidos aunque no creamos en ellos, acá la religión y el estado se divorciaron hace dos siglos pero siguen viviendo en amasiato.
El mexicano es un pueblo bullicioso y poco le importa que sus gobernantes sean laicos en horas de oficina y creyentes en su casa, cualquier pretexto es causal de fiesta, el 12 de diciembre también es el inicio del cada vez más conocido Maratón Guadalupe-Reyes.
Afirma el ingenio popular que la tradición maratónica surgió, por los ímpetus etílicos de la juventud, allá por los años noventa del siglo veinte y consiste en 25 días de fiesta continua en las que se conmemoran preposadas, posadas, Navidad, Día de los Inocentes, Año Nuevo y la llegada de los Santos Reyes el 6 de enero.
A los jóvenes de esa época, a usted y a mi, se nos atribuye la paternidad, el páncreas y el hígado de Pantagruel para soportar los bombardeos de tequila, mezcal, charanda, ponche, pulque, mole, cochinita pibil, pozole, romeritos, bacalao, pavo, pierna, muéganos, buñuelos, rosca de reyes, tejocotes, caña de azúcar y cacahuates porque la piñata los tiene de a montón.
Y aun así, apologistas del santoral pretenden ampliar 26 días más el convivio hasta el dos de febrero, el Día de la Candelaria, por aquello de encontrarse al niño dios de plástico en la rosca de reyes y fomentar las tradiciones y pagar el consabido encuentro con atole y tamales.
Porque acá se celebra todo, el nacimiento y la muerte, la victoria y la derrota, la risa y el llanto, el amor y el odio, todo es parte de la gran comilona de la vida y acá venimos como sea, hincados o caminando.
Por eso, cada año son mayores las probabilidades que el maratón se llame Guadalupe-Candelaria y muchos atletas morirán de cirrosis u obesidad, pero cuando menos lo intentaron.
El uso de juegos pirotécnicos y de todo tipo de cohetes está prohibido por ley en la Ciudad de México, pero ¿qué tanto es tantito? si peregrinamos de toda la República a cantarle serenata a la Emperatriz de América.
La penumbra es propicia para la celebración y el recuerdo, porque aquí todos somos Guadalupanos aunque no lo seamos, acá somos una piel y un cuerpo penitentes cumpliendo mandas por milagros concedidos aunque no creamos en ellos, acá la religión y el estado se divorciaron hace dos siglos pero siguen viviendo en amasiato.
El mexicano es un pueblo bullicioso y poco le importa que sus gobernantes sean laicos en horas de oficina y creyentes en su casa, cualquier pretexto es causal de fiesta, el 12 de diciembre también es el inicio del cada vez más conocido Maratón Guadalupe-Reyes.
Afirma el ingenio popular que la tradición maratónica surgió, por los ímpetus etílicos de la juventud, allá por los años noventa del siglo veinte y consiste en 25 días de fiesta continua en las que se conmemoran preposadas, posadas, Navidad, Día de los Inocentes, Año Nuevo y la llegada de los Santos Reyes el 6 de enero.
A los jóvenes de esa época, a usted y a mi, se nos atribuye la paternidad, el páncreas y el hígado de Pantagruel para soportar los bombardeos de tequila, mezcal, charanda, ponche, pulque, mole, cochinita pibil, pozole, romeritos, bacalao, pavo, pierna, muéganos, buñuelos, rosca de reyes, tejocotes, caña de azúcar y cacahuates porque la piñata los tiene de a montón.
Y aun así, apologistas del santoral pretenden ampliar 26 días más el convivio hasta el dos de febrero, el Día de la Candelaria, por aquello de encontrarse al niño dios de plástico en la rosca de reyes y fomentar las tradiciones y pagar el consabido encuentro con atole y tamales.
Porque acá se celebra todo, el nacimiento y la muerte, la victoria y la derrota, la risa y el llanto, el amor y el odio, todo es parte de la gran comilona de la vida y acá venimos como sea, hincados o caminando.
Por eso, cada año son mayores las probabilidades que el maratón se llame Guadalupe-Candelaria y muchos atletas morirán de cirrosis u obesidad, pero cuando menos lo intentaron.
Gabriel Otero
Publicado en Diario Colatino, 16 de diciembre de 2008
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Comentarios
Ose a que apartir de este año le vamos a cambiar por la fiesta de la Guadalupe-Valentin, y llegamos hasta el 14 de febrero. Que excelente columna esta, no me la pierdo.
Feliz Navidad, todo lo mejor para ti y toda tu familia en estas fiestas.
RAMIRO
Y no es mala idea, vas más allá, sos todo un atleta, felicidades.
GO