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Mostrando entradas de agosto, 2010

ELLA Y EL MAL DE AMORES

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PALABRA DE CÍCLOPE Me trataba con cariño, ella, blanca, risa brillante, pelo negro en capas, ojos sonrientes escrutadores, voz suave, curvaturas apabullantes en pleno aumento, vivía a tres calles de mi casa y la pretendían los más grandes. Me veía como su hermanito menor, lejos de sus atracciones y muy cerca de sus simpatías, yo no sé en qué momento me nació el amor, me fascinaba, la miraba pasar con la falda cuadriculada de la Asunción, siempre me saludaba diciendo adiós con el inconfundible cierre de manos que se les enseña a los bebés. Ella estaba en la edad de los vahídos, cuando las niñas se asumen como mujeres y atraen ojeadas de asombro de sus amigos y admiradores y otras no muy sanas de algunos adultos. Crecimos en la misma colonia, un vago como yo nunca hacía las tareas del colegio, daba flojera aprenderse las fichas de estudios sociales de la madre María Guillermina y repasar matemáticas o naturales, el chiste era no reprobar y aplicarse cuando había que hacerlo, la ley del

ÉRAMOS CÁNDIDOS CASI PRIMITIVOS

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PALABRA DE CÍCLOPE Fotografía de Parque Tim No es por abaratar la nostalgia pero San Salvador hace 40 años era un lugar decoroso para vivir, la ciudad descubría sus alrededores y la avidez predatoria no estaba tan marcada como hoy, el costo de la subsistencia se percibía en centavos y los salarios no superaban los centenares de colones. De niños éramos cándidos casi primitivos, nos sentíamos a gusto con lo simple, las colonias donde residíamos las rodeaban lomas y llanos, la capital era contradictoriamente campestre, pintoresca, en algunas calles se veía pasar carretas y por las noches se oían el pitido del sereno y a los gallos desgañitarse desde la hora prima extrañando el amanecer. Nuestras diversiones eran elementales y algo salvajes: subirnos a los árboles de mango y hartarnos de sus deleites; provocar a pedradas la ira de iguanas verdes que se asoleaban en los techos; organizar peleas de zompopos de mayo; rastrear sapos gigantescos en las alcantarillas en épocas de lluvias, estos

POBRECITO PAÍS EL NUESTRO

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PALABRA DE CÍCLOPE Fotografía de Michael Sholten Vivir en El Salvador es para pensarse no una, dos, sino varias veces, muchas, ahí el tiempo se paraliza y la savia se consume a fuego lento, tanto, que hay que salirse de cuando en vez a bañar en agua fría las ideas y el resuello, ahí todos tienen el riesgo de calcinarse. No se escoge donde se nace pero sí donde se vive, y así ha llegado una cantidad notable de extranjeros al país que han sembrado y cosechado vidas dignas de ser recordadas, porque algunos muertos dejan obras, grandes o chicas, y otros sólo imágenes en álbumes familiares. ¿Qué les atrajo?, lo que no vemos los que nacimos ahí, lo que confundimos con el aire, el refugio estrepitoso entre volcanes, una parcela mínima para perpetuarse, la inmunidad propia de los extraños a las ponzoñas de la lengua. Y nosotros creemos que se quedaron porque les cautivó el paisaje, que ciertamente por amor u odio, o ambos, lo distinguimos único y privilegiado, aunque la naturaleza es hostil co