CHILANGOS EN LAS ROCAS
Es en la Semana Mayor, independientemente de los acostumbrados golpes de pecho, éxtasis místicos, quemas de Judas, vigilias, procesiones, fuegos nuevos y otras expresiones sincréticas de lo religioso y lo pagano, cuando el estado de Morelos, como todos los años, se ve invadido por hordas de capitalinos o chilangos.
Los atractivos de Morelos son evidentes: cercanía a la capital, clima benigno, infraestructura turística, albercas y ojos de agua por todas partes, haciendas coloniales y el verdor característico injuriante a los ojos.
La irrupción chilanga representa para Morelos una derrama económica significativa, son los spring breakers nacionales que se esparcen en Cuernavaca, Jiutepec, Oaxtepec, Cuautla, Tequesquitengo y Tepoztlán, lugares predilectos para el descanso y punto de inicio del apostolado etílico. Son días para guardar y expiar las culpas en alcohol.
Llegan chilangos de todo tipo a Cuernavaca, los comunes y corrientes de Tepito, la Bondojo, la Peralvillo o la Morelos que se hospedan en el Papagayo, de quince a veinte individuos en un cuarto, o en hostales del centro, fácilmente identificables porque pululan en el Zócalo o el Jardín Juárez visten pantalones cortos, calcetas hasta las rodillas, tenis piratas o de contrabando y playeras del Señor Frogs y Carlos and Charlies, cantan cuando preguntan y le mientan la madre con sus claxones a quien se les atraviese.
Otros visitan a sus parientes sin previo aviso, vienen acompañados de la tía en tercer grado, los primos lejanos, la cuñis rebuena, sus hijos latosos y sus mascotas, es típico el caso el del anfitrión desprevenido que no sabe de donde provienen los ladridos hasta que pisa la excreta de perro al abrir la puerta de su casa.
Los menos, los chilangos pudientes, vienen a “Cuerna” a supervisar sus casitas de campo en Palmira, Reforma o Tabachines y se van a pueblear a “Tepoz” o a esquiar a “Teques”.
La televisión es indispensable para los chilangos y se cuestionan: “¿cómo perderse el clásico juego del América-Guadalajara en plenas vacaciones si está acá el compadre?” o “¿qué dirán mis hijos si no ven a Pokémon?” y “¿cómo no contemplar al papucho de Jorge Salinas en mi comedia favorita?”.
Cuando está por terminar la Semana Mayor esperan hasta el último momento, exprimen crudos cada gota del tiempo embotellado, algunos, previsores, se levantan temprano con la ilusión de conducir solos y sus almas los noventa kilómetros que los separan de la Ciudad de México, el problema es que miles de chilangos más pensaron lo mismo
Gabriel Otero
Publicado en el periódico Siete Días, 14 de abril de 2000, Cuernavaca, Morelos.
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Comentarios
Ahora bien, ya que está de moda la violencia: ¿disminuirá el índice de violencia en el DF en esa semana? ¿aumentará en Cuernavaca?
Cuernavaca es mágica, alguna vez te comenté como me recibieron los morelenses, era mi casa, le tengo un gran cariño al estado, ahí sané y fui muy feliz. Si pudiera me regresaba con los ojos cerrados.
Esta crónica la escribí hace muchos años, en la versión original se incluía un párrafo sobre los secuestros, en aquella época (de Jorge Carrillo Olea) se destapó la cloaca de la participación de la judicial estatal en esos actos abominables, pero la realidad es que Cuernavaca siempre fue muy tranquilo, entonces resultaba ofensivo que pusieran al estado en el patíbulo.
Y por otra parte, tienes razón en esos días se vacía el D.F., al que te aclaro amo y odio todos los días, cuando pierdes la vida en transportarte.
En resumidas cuentas este país vale la pena para amarlo y vivirlo.
un abrazo
Leo Lobos
saludos GO