DESAYUNAR SAPOS Y CULEBRAS

PALABRA DE CÍCLOPE

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Desayunar sapos y culebras resulta una costumbre asquerosamente saludable, hemos adoptado la ancestral usanza de la civilización china, cuya sabiduría asevera que engullir batracios y reptiles cura todos los males del cuerpo y permite la invisibilidad en el fango.

Esta práctica durante siglos fue exclusiva de políticos y empresarios, pobres ellos, sacrificándose por la patria y el capital, y no siempre en ese orden, lo cierto es que llegó para quedarse en la sociedad global en crisis.

La deshumanización rebasa las fronteras del exterminio, en los países subdesarrollados los derechos laborales son parte de un pasado arcaico y cualquier abuso es permisible en aras de mantener el empleo, por lo que hay que inmunizarse de suciedades e inmundicias para proteger la alegría, las metas y la sanidad mental personal.

Terrorismo sicológico, estupideces, malos tratos, amenazas y chantajes si los jefes son hombres, caprichos y desbarajustes hormonales en el caso de que los superiores jerárquicos sean mujeres, pero todos son el común denominador y a lo que es sometido cualquier empleado durante ocho horas de trabajo.

Son contadas con los dedos de una mano las empresas e instituciones que respetan las dignidades de sus trabajadores, estas representan un oasis en el despeñadero, la última piedra a la cual asirse para no ser tragados por el abismo.

Los empleadores se amparan en el miedo, la utilidad no es negociable cuando la mano de obra abunda y por cada empleado despedido con veinte años de experiencia se contratarán otros veinte que apenas balbuceen en el mercado.

Y si el asco causa náuseas, y desayunar sapos y culebras no es suficiente, hay que sazonarlos con ajo y pimienta mientras se comen y taparse la nariz.

Además, como medida precautoria, hay que procurar la piel y cubrirla con otras más rugosas como de paquidermos y arcosaurios que resisten cualquier daga y que son a prueba de venenos de ojo.

Las envidias así resbalan y los odios ajenos fortalecen, el secreto es la inteligencia y la resistencia, sólo flotar y nadar hasta llegar a la orilla que uno quiere.

Y, ante todo, entender que el trabajo es sólo un medio y no un fin, nunca subestimarlo o sobrevalorarlo sino otorgarle el tiempo justo y no permitir que se nos escape la vida en su esclavitud.

En el abanico de prioridades, el trabajo es una herramienta importante para adquirir más sapos y culebras y así desayunar dosis diarias de viscosidades y seguir solos en una espiral que no parece terminar.

Gabriel Otero

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