PÉGAME PERO NO ME DEJES

PALABRA DE CÍCLOPE



Hay visiones tan repulsivas que rebasan al asco, hay vivencias tan profundas que dejan heridas inolvidables, hay dependencias tan enfermizas que rallan en la asfixia, hay actitudes vitales tan masoquistas que asustan hasta la misma muerte.

Escuchar palizas y alaridos lastimosos no es una experiencia recomendable, el dolor ajeno parece propio, un hombre furibundo y alcoholizado descarga la rabia acumulada con su mujer a patadas y a puñetazos, los niños se encierran en el closet o adonde pueden, se oyen ruidos secos y un “hoy si te mato cabrona”.

Los vecinos llaman a la policía, esta llega y la mujer a lloriqueos aclara que todo fue un malentendido, que se tropezó con la puerta, que los niños traviesos quebraron el vidrio del comedor, que sí, en efecto, el marido se tomó unos tragos, pero ustedes conocen esas cosas de hombres, ella le falló porque no le tenía la comida lista.

La mujer nunca ha interpuesto demanda alguna a pesar de que el marido le pega con la precisión de un reloj suizo, todos los sábados a la misma hora terminando el partido de fútbol.

Pero es divina la reconciliación, ella siente besar al cielo cuando él le acaricia su sexo, ella se erige en un altar cuando recibe sendas docenas de rosas rojas porque son del color del amor, ella se sabe única a luz de las velas y sólo un golpe mortífero los separará.

Y ella perdona y olvida todo, las borracheras, los malos tratos, los gritos, los insultos, los ocho hijos fuera del matrimonio, el olor a otras mujeres, menos que la deje sola en este mundo porque para eso no existe cristiana resignación.

“Pégame pero no me dejes” le dice risueña en una confesión post coito, mientras retoza en lo que ella cree es una nube, rienda suelta para el ejercicio del amor serrano, es decir, entre más te pego más te amo.

Lo que ella ni siquiera se imagina, es que un día será famosa, su inútil sacrificio conmoverá al país entero, su foto aparecerá con el rostro desfigurado en la nota roja.

Y será una cifra más de las mujeres muertas por la mano de sus maridos, aunque desde antes formaba parte de las siete de cada diez mujeres que en México son sometidas a abusos físicos, emocionales, sicológicos, económicos y sexuales.

Y esto seguirá sucediendo mientras los hombres no entendamos que las mujeres son el alma y la piel de nuestras vidas, el tesoro más preciado, las niñas de nuestros ojos, porque para ellas vivimos y morimos.


Gabriel Otero


Publicado en Diario CoLatino, martes 10 de marzo de 2009















Comentarios

Mariajo ha dicho que…
Gabirel, un placer pasearse por tu blog. Volveré.
Un abrazo
Yose
Gabriel Otero ha dicho que…
Yose:

Gracias por andar por acá, me alegro.

Un beso
GO

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