U2 Y EL HIJÍN

VITRAL


En 1997, cuando U2 vino a México la mayoría de sus seguidores tuvimos la desgracia de perdernos su concierto debido a que los boletos se esfumaron como los panes en las bodas de Caanan. En menos de una hora las taquillas telefónicas de Ticket Master colapsaron, los costos de acceso a los lugares preferentes equivalían a la cifra ganada por cualquier obrero sudando la gota gorda en dos meses de trabajo.

U2 promovía su álbum Pop en la gira Pop Mart, la novedad tecnológica eran unas pantallas gigantescas para que los que estuvieran en las graderías cercanas al cielo de cualquier estadio del mundo pudiesen escrutar a sus anchas los rostros de Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr.

La gira había iniciado meses antes en el paraíso desértico de Las Vegas, por lo que el grupo fue cuestionado severamente, y en particular a su vocalista Bono, quien parecía haber olvidado su papel de paladín de las causas solidarias. Por eso, parecía contradictorio que un world tour de U2 comenzara en una ciudad fundada por algunas de las preciadas joyas de la mafia italiana.


Había una expectación absoluta para la presentación de U2, aparecieron en las tiendas nuevas ediciones de los álbumes Boy, October, War, Under a Red Blood Sky, Wide Awake In America, The Unforgettable Fire, The Joshua Tree, Rattle And Hum, Actung Baby y Zooropa. La televisión por cable, mediante un contrato millonario, transmitiría en vivo el concierto en pago por evento.

El grupo prometía una experiencia inolvidable en el Autodromo y así fue, hubo los incidentes normales de histeria y pasones colectivos, nada más y nada menos.

Tres años más tarde los menudos mortales nos enteramos que Ernesto Zedillo Junior, durante el mentado concierto había intentado traspasar una zona restringida. El cuerpo de seguridad de U2 lo impidió, pero el hijín haciendo valer su condición de vástago imperial lo intentó de nuevo causando la trifulca entre su escolta y los guardianes del grupo.

El saldo fue fatídico: el jefe de seguridad de U2 lisiado de por vida e impedido para desempeñar su labor y miles de fanáticos frustrados por el obvio temor de la banda de regresar a un país adonde la impunidad de los políticos es absoluta.

Lo llamativo del asunto es que Bono no haya difundido el incidente en ese momento, ¿amenazas, intimidaciones o una cálida invitación a guardar silencio?, lo normal es que hasta hoy contemple la posibilidad de demandar al ex mandatario por las travesuras juveniles de su hijín, quien desde hace un mes también se ha convertido en un menudo mortal.

Gabriel Otero

Publicado en el periódico Siete Días, 8 de enero de 2001, Cuernavaca, Morelos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

ULTIMA ABOMINACIÓN

COLEGIO DEL TEPEYAC, GENERACIÓN 84: 25 AÑOS DESPUÉS

PANDEMIA ALDEANA