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I
El otoño llegó para quedarse
y la muerte empieza a ser la propia
el único tiempo real
es el que ya pasó
la vida es hoy una suposición
y el porvenir un espejo
de paradojas

II
El medio siglo es contundente
un mazo que golpea el asombro
sabios son muy pocos
escasos
lo que abunda
es la lengua y la estupidez

III
El otoño llegó para vivirse
dicen que es gris
y trillado
yo no sé de esas cosas
y  de otras tampoco

IV
Mi cobija es su amor
mi victoria es su gloria
cincuenta años son la hojarasca
para el reposo de la eternidad

V
El otoño es grave
y grandilocuente
cuanto se añora
la ingenuidad
y el verdor
del que no sabe nada
y sabe todo

VI
Diez lustros son un trecho
para perpetuarse
los escasos milímetros
ganados
en la mal llamada
memoria colectiva
existir más allá
de las fotografías
para aparecerse
en sueños


VII
El otoño es más
que una estación
es la implacable verdad
cayendo rauda
sobre el cuerpo
en vías de marchitarse.

VIII
En estos dieciocho mil
doscientos cincuenta días
de existencia
sus ojos amarillos
han sido mi
más preciada posesión

IX
El otoño llegó sin sentirlo
cómo anticipar su venida
si uno va parsimonioso
sin pensar  que el sol
se oculta
por alguna extraña
y terca razón.

Gabriel Otero 
México D.F., 19 de septiembre de 2015


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