ESQUELETO TECNICOLOR: UNA APRECIACIÓN SOBRE LA PINTURA DE ÓSCAR LÓPEZ
Urbaniti-K de Óscar López
Amasiatos de colores, fragmentos geométricos cayendo
como gotas de lluvia, manchas sugerentes en la sombra clara o mantos de
estrellas expuestos a la luz, polifonías sensoriales explotando en la retina.
Esta obra es pura alegría, es una danza a la vida
irradiando intensidad, confieso que
todas sus series me causaron una gratísima impresión, me dijo todo y nada, sólo
lo que yo quise imaginar: el universo en jirones, un trilobite de hace doscientos
millones de años, un enjambre alado o el esqueleto tecnicolor de un pescado.
El pintor se llama Óscar López, homónimo de uno de mis
excelsos hermanos. Nació en 1982 cuando la guerra civil era lo cotidiano en aquel
El Salvador romántico y revolucionario, ese que ya no existe.
Él afirma sentirse ciudad mientras trabaja sus mixturas
formales con algo más sofisticado que la técnica del dripping, ¿Qué puede
transmitir la abstracción de una figura? ¿Las pringas y rayas multicolores obedecen
a un dibujo preconcebido? ¿Habrá un
mensaje unidimensional para el capricho?
Es pintura urbana, expresión del instinto de
supervivencia en las calles, la encrucijada de lo abstracto que no deja de ser
concreto, emoción de la vista en la que
el color grita.
Óscar López empieza a mover sus pinceles arriba y abajo
y de izquierda a derecha, poseídos por una locura generosa, para formarse un
nombre en la extensa tradición pictórica salvadoreña, le urge quitarse la
odiosa etiqueta de “joven” para adoptar un estilo que lo identificará siempre.
Atenerse al talento sería atentar contra sí, la fórmula
sigue teniendo la simpleza de la constancia, la misma que él asume como
compromiso profesional en su estudio.
En él la demencia toma su cauce y no es oscura como
suele ser la desesperanza sino un camino brillante esperando a ser recorrido.
Larga vida a su pintura.
Gabriel Otero
Comentarios