DEUDORES Y ASESINOS
PALABRA DE CÍCLOPE
La justicia en El
Salvador tiene la claridad de la ceguera: persigue a los deudores hasta despojarlos,
incluso de su nombre, y deja libres, campantes y felices a los asesinos que
llegan a curules, ministerios, consultorías
y asesorías internacionales y más allá.
Constitucionalmente
nadie puede ser encarcelado por deudas, pero los pagarés y letras de cambio son
el harakiri legal cuando la insolvencia impide sustentarlos.
La justicia vendada
puede palpar las firmas de los deudores a los que dicta embargos y autos de
formal prisión por estafa, pero
olvidadiza, no distingue los rostros de los asesinos aunque los acaricie, ni
siente olores a pólvora porque hieden a paz.
El asesinato es
el pasatiempo, el antivalor practicado por naturaleza, matar no es un crimen si
las purgas filiales contribuyen a la estabilidad nacional, pero en las deudas sin pagar se infringen los
códigos de honor pilares del sistema. Manipulación grosera del valor de la
confianza de quienes han hecho de la usura un modo superior de dominio.
En la promulgación
de la “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz”, aprobada en
marzo de 1993, se aplicó el paliativo forzado del perdón en supositorios. Y así
autores intelectuales, sicarios y ajusticiadores anduvieron impunes saludando a
la patria orgullosos y promoviendo la
cultura de paz.
Pero cuando se buscó
el olvido para las deudas por desempleo los usureros mayores, los banqueros,
protestaron porque el dinero es la vida y la vida se va en costear los
intereses y el régimen no puede fomentar la cultura de no pagar.
Y así el destino
del deudor es vivir mal y callarse,
pagar sangrando en la mar de tiburones y salvar el prestigio, la idea romántica
de la palabra, manoseada por los abusivos
violadores habituales.
Y el asesino disfruta
de sus burlas diarias a la historia, se carcajea porque nadie lo juzgará hoy,
pero más tarde que temprano, o sea mañana, llegará el momento de ajustar cuentas, ese
largo e inacabable escapulario de víctimas esparcidas por doquier.
Pero hoy, sin
duda, el asesino goza de más privilegios que un deudor ¿será porque la justicia
salvadoreña no tiene espada ni balanza?
Gabriel Otero
Comentarios
Romance, sexo, sangre y maldad.
Historias de brujas y demonios.
Relatos de crítica y ensayos de un alma perturbada.
Cualquier objeción será respondida con cortesía y cinismo por una escritora de tres libros.