APUNTES SOBRE LA GORDURA

PALABRA DE CÍCLOPE



Gordura, tema dominical vespertino, patente cuando el botón del pantalón no cierra y el estómago y las llantas de la cintura se desparraman al frente y a los lados.

Te sientes pesado, lo eres, no puedes amarrarte las agujetas por ese remedo de absceso de tejido adiposo que se parece al embarazo. Desde que dejaste de fumar comiste sin ton ni son todo lo que se te pusiera en los ojos.    

Fuiste permisivo con tus vicios, si ayer tolerabas andar como chimenea, porque no te podía faltar un cigarrillo en la boca, lo de hoy es saciar las ansiedades con golosinas y colaciones.

Ancho y lento, transitas por la vida con parsimonia y si eras propenso a morir de un enfisema pulmonar o de un infarto ahora es probable fallecer de una inundación de colesterol.

No te has querido comprar pantalones de tallas superiores porque sabes que los rellenarás sin recato, sólo bastará sentirte cómodo una vez para iniciar la terrible, irremediable y definitiva expansión de la grasa.

Eres como un buche ávido (1) y quieres imaginar que la obesidad obscena aún está lejana aunque existan partes de tu cuerpo visiblemente impactadas por la gula. Por el momento, habitas en el amplio espectro del sobrepeso. 

Culo, piernas y caderas fueron las víctimas amplificadas por la mirada, todo lo imposible cabe en los intestinos y todo lo posible se acumula en los músculos en reposo.

Pero tú te justificas por haber conservado durante más de 30 años tus 31 pulgadas de talle. A nadie le has dicho que actualmente cruzar las piernas es un verdadero suplicio que casi te escalda ese rincón  donde jamás se asoma el sol.

Gordito o rollizo incipiente, te estremece la sensación de redondez y universalidad, tú que tanto te burlaste de la gente paquidérmica estás en vías de transformarte en uno de ellos.

Y por segunda ocasión en tu existencia, si quieres volver al peso y a la agilidad de otros tiempos, tendrás que someterte a un régimen estricto, dictadura vil en el que se ofrenda el libre consumo de lúpulos, azúcares y harinas, en otras palabras, adiós a las gloriosas chelas, a los espléndidos dulces y al pan nuestro de cada día.

Y recurrirás a las ryvitas con queso cottage, al atún en agua, a las verduras hervidas y a las aguas de sabores endulzadas con sacarina y seguirás a la luna y a la marea y la gordura será un recuerdo para ser leído en apuntes públicos y una experiencia estridente en el anecdotario.     

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(1) Imagen de Robert Bloch

 
Gabriel Otero



Comentarios

Julián Otero ha dicho que…
Sufriendo como tú la inesperada redondez, me identifico con las pequeñas cuitas que compartimos los sobrados en carnes. Mi gordura es producto del "Efecto Cushing" que produce la ingestión de corticosteroides para mi artritis, específicamente la prednisona. En realidad no son llantas suaves sino una panza estirada y una papada beatífica que me da un aspecto bonachón y deforme. La explicación satisface a los que me preguntan por mi nueva apariencia, pero no satisface al yo que sabe que los hartazgos que me he dado contribuyeron en gran medida a desarrollar a Cushing hasta convertirlo en el monstruo de Michelin. Gajes del oficio, destino impensable pero real, acallamiento de objeciones y al final, un ataúd más pesado para que mis amigos (los pocos que tengo) suden un poco más cuando me carguen hacia mi última morada y se acuerden de mi esbelta figura, muerta mucho antes que el bodrio que cargarán en ese día...hoy me ajusto a talla 38 y recuerdo con cariño la talla 32 que utilicé la mayor parte de mi vida, pero sin reclamos ni arrepentimientos porque detesto las dietas y a mi edad, ¿qué importan unos gramitos de más?

Un abrazo.

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