LA NUEVA REPÚBLICA
PALABRA DE CÍCLOPE
Gabriel Otero
Soy ferviente
admirador de los Acuerdos de Paz: triunfo de la civilidad, prevalencia de la
razón sobre la ira, apertura y afirmación de derechos que jamás debieron
negarse.
Penosamente, en El
Salvador aprendimos con electrochoques los valores de la tolerancia y la
democracia, bajo la supervisión de las Naciones Unidas que intentaron quitarnos
lo trogloditas sujetándonos con una camisa de fuerza: la cultura de paz.
Veinte años de la
nueva república nos han servido para confirmar que la política es un oficio
delictivo, no importa si sus personajes son rojos, naranjas, azules, verdes o
amarillos, no interesa si vienen de arriba o abajo, de la derecha la izquierda
o del centro, el producto es el mismo, el abuso sistemático de los gobernados.
Estamos
acostumbrados a que escasas son sus buenas acciones y abrumadores sus
desaciertos, y sin embargo, ingenuos, nos siguen conmoviendo los golpes de
pecho públicos, declaraciones históricas de mea culpa, que aunque sean valiosas
y auténticas, no dejan de ser mediáticas y tardías.
Como alguna vez aseveró
José Martí “hacer es el mejor modo de decir” y nuestros gobernantes han hecho
muy poco, casi nada, autistas pregonan que estamos iniciando algo que no tiene
fin, el camino irreversible al cambio.
La ley es letra
muerta y si uno la invoca es casi un necrofílico entre tanta impunidad, en El
Salvador la justicia pasó a mejor vida los jueces y los diputados la manosearon,
le quitaron su espada y su balanza, la desvistieron, la sepultaron y la
convirtieron en amoral.
Porque, ahora
resulta, que el asesinato de Roque Dalton fue un crimen del orden común ya
prescrito, algo menos que un pleito entre facinerosos de cantina; y la
detención de los autores intelectuales y materiales de la matanza de los
jesuitas, un recordatorio incómodo, que afirman, espanta la frágil estabilidad
nacional.
Y quienes tienen
que ejecutar protocolos, reglamentos y convenios suscritos internacionalmente
esconden cabeza y testuz, y dignos proclaman injerencias imaginarias porque a
pesar del dólar y las remesas la nueva república es soberana e independiente.
Se espera mucho del
mañana y de las generaciones venideras, pero se deja de lado que se cosecha lo
que se siembra y mientras se rinda culto a antivalores como la arbitrariedad,
la corrupción, el odio y la ilegalidad no se llegará a ninguna parte.
Habrá que dar
muchos pasos, pero muchos pasos más allá de los Acuerdos de Paz.
Comentarios
La verdad, no hubo proyecto de Cultura de Paz, hubo programas de cierto formalismo. Los Acuerdos de Paz se dieron por circunstancias que no se disticuten, por eso los bandos en conflicto salieron por su lado a lo suyo, que ya sabemos, el país quedó a la deriva y cayó en las garras del caos. Es lamentable, hay mucha dispersión, queda mucho sentimentalismo y se pierde la objetividad. Creo que hay solución, hay que encontrar la voz, la palabra, como en este articulo que usted escribe.
Lo felicito por este análisis.
Un abrazo: Patriota.