DJ

PALABRA DE CÍCLOPE




Saca las pastas para amarnos todos rápido, quién sabe si yo resista el viaje, un pasón a estas alturas es lo mismo que tocar el esternón de la huesuda, acá se debe saltar para aguantar el ruido, ese ensamble avasallador del bombo y el bajo que no es música, sino eco acompañante del ritual.

El DJ ha salido a escena, el guey es mamey con pose, todo es calculado: bíceps y tríceps obvios, playera negra ceñida, calva deliberadamente rapada, rasgos caucásicos y nombre exótico; luces, muchas de ellas, una pared y el techo del support atiborrados de fresneles y artilugios lumínicos; y en la piedra de los sacrificios esperan la mezcladora, la consola, la Mac portátil, un micrófono para percusiones y otro para voz.

El espectáculo comienza, el DJ Alyosha invoca a los dioses con su caracol y diestro captura el sonido multiplicándolo en los altavoces, deja el artefacto marino y con sus palmas hechas agua esculpe sonidos de pajaritos.

Retumba el ambiente, lo monótono y la felicidad son obligatorios, jóvenes posesos brincan en algo parecido al baile, este es el colmo de la música electrónica que no se soporta ni ella misma, se extraña la melodía y el latido de lo humano.

Es artificio y oropel, asunto químico como el éxtasis, al DJ Alyosha se le puede atribuir la incorporación de instrumentos prehispánicos a la redundancia, saca un tubo de cascabeles y lo agita, estos bajan recordando a las víboras que nadie se quiere encontrar.

Los destellos se mueven juguetones y el DJ en una transfiguración mística se retira y vuelve con un bombo manual inaudible, los ritmos repetitivos siguen y seguirán, la bazofia supera con creces al reggaeton.

Las masas parecen cansarse por un momento, agitan los brazos, se detienen a respirar, es sólo una pausa, en la cacofonía aparece una voz que grita: “look at me i’m fifty seven years old, do i look like a skinny spaghetty?

¿Qué suena?, ¿el divertimento del DJ Alyosha?, ¿el antípoda sónico de su ego? y sólo llevamos veinte minutos en el preludio del rave, en muy poco tiempo los ancianos expectantes nos hemos trasladado del asombro a la hueva porque aquí cualquiera de más de treinta años engrosa las filas de la senectud.

Esto es para ellos, los chavos saltamontes que se comen la vida, los que durarán doce horas continuas deshidratándose y amándose al aire libre.

Sigilosos nos retiramos como venimos, nadie nos invitó, y el DJ Alyosha suda y suda, porque sin tecnología, él, seguramente, se dedicaría a otra cosa.


Gabriel Otero

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