MORIR SOLO


Paciente en capsula
                                                                                                 Foto cortesía: Revista Líder Empresarial

Gabriel Otero

 

Para Claudio Viaña

 

Que terrible debe ser irse solo, partir carente de rostro,  sin asidero  de la carne, sin distinguir una cara amable, sin sentir el calor familiar, sin despedirse de los que uno ama, inconsciente, intubado, con los pulmones hechos triza.

Es injusto porque en la muerte también se debe tener nombre y apellido, aunque sea fría e inesperada, aunque llegue a acariciar la frente con sus huesos, hay que evitar el espanto de ser cifra y estadística y aprovechar la oportunidad de abandonar este plano para surcar el cielo sobre un cometa.

Cuanto duele no haber estado con los amigos y estrechar su mano durante el trance y recalcarles su inmortalidad en la memoria, la abundancia de historia compartida, dignos son los recuerdos y senderos recorridos, la vida que pasa como un rayo y desaparece en el horizonte luminoso.   

Tristísimo es el caminar de uno y mil muertos anónimos entre el virus, cuando los imbéciles y conspiranóicos gritan posesos su inexistencia y otros necios lo reproducen por sus costumbres gregarias, pero ellos eligieron como morir, sin saber que de verdad lo harían, mientras atiborran hospitales y se quejan de la tibieza de las políticas gubernamentales.

Y es de entender la ausencia de sepelios por lo contagioso de la enfermedad, el rito es eclipsado por la emergencia, los fallecidos con suerte son reconocidos, los salados en vida también lo son en la muerte y los almacenan un tiempo mínimo en refrigeradores para acabar desconocidos en fosas comunes.

Y los familiares se quedan como almas en pena con la rabia e impotencia de haber podido hacer más, imposibilitados por las circunstancias y la rudeza de la pandemia, en días u horas los seres queridos se extinguieron sin ni siquiera poderlos ver.

Llega el luto silencioso por el estigma social, el virus es una condena o un lamentable grillete, en estos tiempos de ignorancia y miedo, fulanito pereció quién sabe de qué, solo los allegados sabremos con el pesar de la distancia y las dudas a cuestas porque es mejor no preguntar.          

Y nadie debería ser sometido a la crueldad de morir solo, nadie.

 https://www.contrapunto.com.sv/opinion/columnistas/morir-solo/2070


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