ULTIMA ABOMINACIÓN
NUDO GORDIANO Estrellas de M.C. Escher No rasgo mis vestiduras ni arranco mis barbas —inexistentes, por cierto. No es por un prurito profesional como editor «exterminador de gazapos», ni por mi natural ser perfeccionista. Ni siquiera es por fidelidad a la pureza del lenguaje. Sólo me repele cómo se instaura, por distracción, por ignorancia, el error. Ahora la excelsa Real Academia Española, la otrora Santa Inquisición del idioma, es laxa. Se tornó transigente, permisible y tolerante. Se volvió «políticamente correcta» y, de paso, «nueva era». No me explicaría si, por ejemplo, aprobara que icono pueda escribirse también con tilde en la i: ¿para qué? No estoy en contra de la evolución del idioma. Cualquiera consiente que el lenguaje va suprimiendo partículas prescindibles para la comprensión de un vocablo: así el obsoleto «obscuro» eclosionó en «oscuro»; la misma evolución está obligada a eliminar el apéndice en el ser humano, a riesgo de negarse a sí misma. Pero la Real Academia es culp
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