DE HIJOS SUYOS PODERNOS LLAMAR

PALABRA DE CÍCLOPE Vista panorámica de San Salvador Cuando alguien está lejos de su país la distancia tiende a deformar las imágenes, se ama su geografía, se idealizan sus cielos y volcanes, se nada en sueños en sus mares y ojos de agua, se paladean sus sabores que se disipan al despertar. Se extrañan calores familiares, colores y olores, recuerdos vívidos, momentos distantes pero no por eso menos intensos, uno se trae consigo lo que fue pero que ya no existe. Y sin querer uno lleva al país en la piel como un sello, que sólo uno identifica porque nadie sabe de dónde somos, tal vez de una provincia del sur porque en nuestra manera de hablar nos comemos letras, tal vez de lejos o de más cerca. Ser salvadoreño es ser de allá, o de acá, o de cualquier parte, camaleónicos nos mimetizamos por las circunstancias, vivimos de memorias y mitos, pensamos que por madrugar amanece más temprano y nos aferramos a que el sol alumbra solamente para nosotros. Y creemos ser siempre víctimas de los otros...